El partido moría, BH caía como visitante a manos de
Olimpia de Paraná en el quinto juego de la serie de las semifinales de la Liga
Provincial de Básquet, 3 segundos tres décimas era lo que marcaba el reloj, y Nicolás Schepens vio un hueco en la defensa
local y decide llamar a Alonso Virue que estaba allí en el banco de relevos expectante
esperando su segundo soñado, ese que había imaginado y había presagiado en el
asado previo al gran partido.
BH hasta aquí había conseguido
una victoria en once juegos como visitante,
a pesar de haber estado muy cerca en varios partidos el triunfo siempre
se le escapaba.
El tanteador denotaba un 64-63
a favor de los dueños de casa lo que hizo que unos se tapasen los ojos, que otros cruzasen
los dedos que los religiosos le pidieran a Dios, la Virgen y todos los santos
habidos y por haber que iluminasen a alguien.
Como prendiéndosele una lamparita
en la cabeza como típico retrato de historieta Schepens salta y llama a Virué
que estaba en el banco de suplentes, el joven nacido y criado en calles
Centenario y Segundo Gianelo saltó a la cancha en lugar de Daniel Anzorena como
buscando ese segundo de gloria, el que ya habían tenido compañeros como Manuel
Gómez, como Ignacio Echeverría, “La Gorda” Rodríguez en alguna oportunidad pero el momento a él todavía no le había llegado.
Virué, que había jugado menos
de 3 minutos en todo el partido, ingreso con la ilusión de todo joven que sueña
con ganar un partido con un gol el último minuto.
El local que había visto a lo
largo de todo el juego los triples de Julián Fernández, de Echeverría y de
Gómez, como así también los de Leonardo Tortonesi o Ignacio Chale que ya no podían
estar en cancha por cinco faltas personales nunca imaginaron a quien iba a ir
la última bola del juego.
Jorge Recalde esperaba en la
equina izquierda del ataque esperando su oportunidad, esperano ese triple que se le había
hecho esquivo en sus cinco intentos, los locales doblegaron la marca en la
salida sobre Fernández, lo que le permitió a Goméz recibir el balón, este jugó
la pelota nuevamente para Echeverría, quien como en un acto de inercia la abrió
a la derecha donde ya estaba ubicado con los brazos extendidos Alonso Virué, el
joven con esa desfachatez que lo caracteriza no titubeó y realizó su lanzamiento
ese que había soñado, el que había imaginado, el que les había contado a sus
compañeros en el asado previo al partido.
El tiempo pareció detenerse por
completó la naranja continuaba su vuelo ante la mirada atónita de un Humberto Pietranera
repleto, ante la mirada de la parcialidad local que veía escabullirse una vez
más la posibilidad de ser finalista, de lograr el tan ansiado ascenso, y de la mirada
de 200 almas gualeyas que estaban en la cancha pero que eran muchas más, el de
aquellas que lo seguían desde su casas con relato telefónico por la televisión
y que imaginaban el vuelo de ese balón centímetro a centímetro.
La pelota hizo una parábola perfecta
tomó la altura justa para terminar zambulléndose dentro del aro, para terminar convirtiendo a
ese pibe que muy pocos tenían en cuenta pero al que todos quieren en el gran héroe
de la noche, para comenzar una corrida como el “Galgo que va tras la presa”
pero en este caso buscando el abrazo de José, el del papá, el que lo sigue a
todo lados y el que sin dudas siempre creyó en él.
1 comentario:
Muy bien BH por haberlo logrado. Estamos con Uds. Yuyi Albornoz del Centro de Residentes de Gualeguay en Paraná.
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